Contratos

Un sistema que no cuida a sus profesionales.

En el último número de la Revista Madrileña de Medicina, editada por el sindicato AMYTS, la autora (Angela Hernández Puente) reflexiona sobre el modo de contratación de los profesionales hospitalarios que tanta decepciones provoca. Despotismo y nepotismo.

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Porque el miedo a hablar de las injusticias en los hospitales públicos existe de verdad (César Ramírez, Médico. Diario Sur. Domingo, 3 septiembre 2017)

Me ha llamado poderosamente la atención un escrito en el que un cirujano explica por qué abandona el Sistema Andaluz de Salud, harto de su funcionamiento. Lo que expresa ese escrito es impotencia ante un sistema público que, lejos de la igualdad, mérito, capacidad y publicidad, refleja actuaciones “dedocráticas” y en las que los amiguismos y despotismos* tienen lugar. Refleja también de qué manera se ha impregnado en el Sistema Nacional de Salud la idea de que solo una comisión de servicios, que tiene que ser aceptada por el centro de origen y el de destino por las correspondientes jefaturas y gerencias, puede solucionar los deseos de movilidad de un profesional del sistema público hospitalario.

No debería ser así, nunca deberíamos haber llegado a este punto. El sistema tiene mecanismos contemplados a tales efectos, la movilidad y el traslado, que sistemáticamente se han negado a los profesionales que desempeñan su actividad en el ámbito hospitalario. Y esto, lejos de proteger la calidad de la asistencia o de promover el desarrollo profesional, puede dar lugar a situaciones cercanas al nepotismo** y la endogamia.

Una realidad cotidiana

Se encuentran así, demasiado a menudo en los hospitales del sistema público de salud, testimonios de médicos cuyo único “delito” habría sido elegir un hospital en el que no se habían formado o elegir una plaza que estaba “pensada” para otra persona por el cargo intermedio de turno. Médicos que, tras desarrollar técnicas especializadas y estar en el momento de recoger los frutos de dicho trabajo, se encuentran desplazados de su lugar por cambios de poder en los servicios. Médicos que, simplemente, no encajaron con su jefatura y trabajan condenados a soportar esa situación año tras año. O, sencillamente, médicos que desearían desarrollar su faceta profesional en otros centros por motivos de desarrollo profesional o personales.

Muchos médicos temporales sueñan con la deseada estabilidad de una plaza fija, pero los problemas no terminan, ni mucho menos cuando esta se consigue.

El espíritu de la contratación pública

¿Queremos promover los valores que están tras el espíritu de la contratación pública? Hay medidas que han sido propuestas a lo largo de los últimos años por profesionales de la sanidad pública que se sentían encorsetados en su puesto de trabajo a pesar de poseer las tan deseadas y preciadas plazas fijas. Algunas sin ningún tipo de coste como, por ejemplo, marcar una moratoria para poder ejercer en el mismo centro en el que te has formado durante -por ejemplo- cinco años.

Aportaría independencia a la formación MIR, ya que no se entraría en dinámicas como no cumplir los descansos obligatorios tras guardia por temor a no lograr el ansiado contrato eventual, o ayudantías fuera de la ley por el mismo motivo, o un largo etcétera. Si fuera unido a una auténtica evaluación de la formación, tanto de la unidad docente hacia el residente, como del residente a su centro, se podría establecer un ranking de hospitales para que hubiera criterios realmente objetivos para la elección de los MIR. Después, según un examen tras la residencia, se podría acceder a un sistema de bolsas de contratación de los médicos temporales que permitiera a estos explorar otros centros, e ir dirigiendo su desarrollo profesional hacia sus intereses.

No es de recibo que, porque un médico empiece su vida laboral en un centro de nivel I ó II, ya nunca pueda acceder a desarrollarse en técnicas de uno de nivel III a pesar de las rotaciones o formación que realice. Así se termina abocando a algunos profesionales a realizar técnicas en centros que no ofrecen todas las posibilidades que ofrecería un centro de nivel III.

Pero nada de todo esto está medido ni comparado. Tenemos decenas de indicadores de gestión pensado desde el punto de vista economicista y de la producción, y no de los resultados en salud ni compresibles para el ciudadano.

Contrataciones extrañas

Otra posible medida, sin coste añadido, son las bolsas de contratación del personal temporal hospitalario. ¿Es concebible que, a un puesto temporal en un hospital A, no pueda acceder un médico que lleva varios años de ejercicio de su especialidad en otro centro de menor complejidad B? ¿De verdad nos creemos que el más indicado es el residente recién terminado en el centro A sobre el especialista del centro B? ¿No será que es más maleable y fácil de adaptar a las consignas del jefe de turno?

Sobre la elección de las jefaturas y su perpetuación en el tiempo también se podría actuar, pero da para varios escritos más.

Desconozco si desde arriba o desde abajo, desconozco el motivo por el que las administraciones se comportan de forma timorata e inmovilista en este sentido, pero sí sé que no se está produciendo ningún beneficio para el sistema público con esta forma de actuar, y me entristecen profundamente los testimonios de médicos que se encuentran desengañados con el desarrollo de su vida profesional o que terminan, como en el caso del artículo, abandonándolo, incluso aunque sea con la valentía de contarlo de forma pública, como es el caso del cirujano César Ramírez.

La cuestión es, ¿vamos a dar el paso como profesión? ¿O vamos a dejar las cosas como están porque siempre se ha hecho así, porque “me beneficia tal y como está” o “porque mejor no opinar porque tengo miedo”?

Desde luego lo mínimo es cumplir la ley actual, incumplida de forma sistemática en cuanto a la movilidad de los médicos en el ámbito hospitalario, y después podemos entrar en si es el mejor de los sistemas o en debates para modificarlo (a poder ser para no ir a peor), Es lo que seguiremos exigiendo a la Administración, y explicando a los que no quieren que nada cambie, sean cargos intermedios, médicos o funcionarios de la administración.

Notas

* Abuso de superioridad, fuerza o poder en la relación con los demás.
** Trato de favor hacia familiares o amigos, a los que se otorgan cargos o empleos públicos por el mero hecho de serlo, sin tener en cuenta otros méritos.

Ángela Hernández Puente

Especialista en Cirugía General y AD, Hospital del Sureste. Presidenta del sector AMYTS de Atención Hospitalaria

Fuente: Acta Sanitaria