23 razones

23 razones: Análisis de la Sanidad Pública. Parte 1

Hace unos días, un compañero nos remitió un análisis sobre la sanidad pública muy interesante y queremos compartirlo con vosotros. Lo haremos a lo largo de toda la semana, ya que es extenso pero muy interesante.

Categorias: Actualidad Nacional
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23 razones para rebatir el análisis sobre la Sanidad pública de un artículo publicado en un diario nacional, por aquello de que los médicos distamos de «maltratar» a los pacientes ni realizamos nuestra labor de manera «pésima».

El que avisa no es traidor. Ninguna intención en ofender a los redactores del El Español, del cual soy subscriptor desde hace años. ¿Abono anual a un periódico digital, con la miríada de medios gratis y a la carta que hay? Eh, sí, nadie se ría. Por diversos motivos que a ustedes probablemente no les incumban, alegaré que su vocación periodística clásica así como su actitud de simpatía por la esperanza de una tercera vía político-social que se resiste en España desde tiempos inmemoriales resultan para mí motivos de peso suficientes a la hora de abonarlos euros. Ya ven. En fin, borren de su memoria esta retórica editorialista. No incurriré en ella en lo sucesivo. También es mi deber pronunciarme que como médico sólo ejerzo para la Sanidad pública andaluza, que no ostento cargo ni pertenezco a grupo, formación o medio alguno. Por esquivar susceptibilidades. Para entendernos, un currante. Por supuesto el eslabón más débil del sistema sanitario en cuanto a aquellos profesionales con la licenciatura de Medicina en su haber.

Es sabido que a los médicos de a pie nos cuesta montar barricadas, cavar trincheras en medio del casco histórico de la ciudad, cortar autovías, pegarnos con Superglue a las paredes de la Consejería, lanzar vídeos en Youtube o similares (mejor no rememorar recientes y vergonzosos casos particulares), abrasar cajeros, neumáticos o contenedores, hacer escraches o como se diga. 

Mayoritariamente las protestas de temática laboral las reservamos para el inocente ámbito privado (la cafetería del hospital), el hogar (café con la pareja sentimental) o los cafés entre viejos amigos en alguna concurrida cafetería. Tampoco somos proclives a las huelgas salvajes en prime time tipo comienzo del veraneo, navidades, puentes y esas fechas tan señaladas de las que sí sacan tajada para sus reclamaciones —con razón o sin ella— otros colectivos. Como se suele decir ahora, “por lo que sea”. Juzguen si les apetece las casualidades o la equiparación cuantitativa en retrospectiva.

Pero a veces, sólo a veces, de entre un millón de galaxias y constelaciones un cometa del tamaño de un hueso de aceituna sale despedido de su órbita y se te incrusta en el ojo, en toda la masa vítrea, inapelable y, ¡oh, colega!, ahí sí que te molestas. Algo así como con el tema de los perros. Muchos dueños son algo vagos y maleducados, ya, sí, qué mal está todo. Ahora bien, que se orinen un soleado día en el bordillo a la vera de tu piso y a continuación pases con las ruedas del carrito del niño por encima. ¿Saben por dónde voy, no?

En este caso, el señor Rodrigo Blanco Calderón con su artículo barra columna barra información periodística de tipo subjetiva, ha puesto en el punto de mira a los médicos acerca de cierto malestar que él percibe en la ciudadanía. (Jugando a tenis con la Sanidad Pública, del 17 de noviembre de 2022). En esta ocasión nada de la ambigüedad de “sanitarios” o “personal hospitalario”, no. Mire, a nosotros, los médicos. Frontalmente. ¿Y qué sucede con los clínicos? Deben saber que tengo mis aficiones, como todo el mundo. ¿Por qué resalto esto? Nunca está de más recordar que los médicos hacemos deporte, bebemos cerveza, viajamos, nos trasladan, pagamos facturas, nuestro vehículo también quema diésel como un demonio, cuidamos de nuestra familia, regamos las macetas, no sólo nos dejamos llevar como una veleta entre turnos de veinticuatro horas aunque pueda parecerlo y, en definitiva, cualquier otro esbozo cultural que les venga a la mente y pudieran adscribir al género humano. Entre las mías, como muchos, figura la lectura de prensa que considero no me empuja a adoptar posiciones extremas ni trata de pervertir mi frágil criterio de ciudadano. Mejor dicho, mi criterio de frágil ciudadano. 

Así pues, una vez humanizados y puesta la tirita antes de la sangrante herida que nos van a provocar las principales aseveraciones emanadas desde esta arriesgada columna, les pido perdón a lo Antonio Orozco pero sin guitarreo. Que es mejor que pedir permiso, decían los abuelos. En especial, que me perdone el Jefe de Opinión del citado diario, don Cristian Campos, al cual sigo con verdadera avidez en redes sociales y en sus diferentes secciones en el medio. De una de ellas cuya estructura siempre me ha hecho esbozar una sonrisa tomaré prestado el estilo (salvando las distancias) para destripar de recorrido la, a mi juicio, esquiva y suspicaz exposición de su columnista en una enumeración que pretenderá ser moderadamente escrupulosa. Ésta ilustra con todo lujo de detalles el gazpacho de ideas tambaleantes y cierto sistema de creencias erróneas de cabo a rabo sobre nuestra Sanidad pública que pululan tristemente y tan a menudo detrás de las conclusiones sobre nuestro ejercicio:

«Una de las cosas básicas que el recién llegado aprende al mudarse a España es que debe asegurarse por partida doble».

1. Una de las cosas. Primera bofetada en la toda la cara. ¡Bum! Ni un filón de oro y diamante vomitado por las entrañas de la tierra en el buzón de nuestro domicilio podría producirnos tanta riqueza con un surtido de prejuicios, tópicos y dislates de tamaña frondosidad. En el caso de que éstos cotizaran en bolsa, evidentemente. Atención a este primer enunciado.

2. Básico. Cuando uno decide irse a vivir al país que sea se me ocurren mil cosas más «básicas» como para pregonar a los cuatro vientos que disponer de dos sistemas—no uno sino dos— de seguro médico. La quinta palabra del texto, así a bocajarro, ya de por sí se perfila como un aviso a navegantes (sobre todo al pobre médico que le haya caído esta página entre las manos). Digo yo, básico será el agua potable, no sufrir guerras activas ni terrorismo, la religión abierta, la democracia, un PIB digamos acorde con que la calle no nos imponga un continuo ejercicio de supervivencia, oportunidades laborales, un clima benigno. Sumen ustedes vicisitudes a la lista. ¿Adjetivo elegido al azar? Espero que no, se nos presenta en un periódico de primera línea, oigan.

3. Aprende. Tranquilos, con el resto del texto iremos más ligeramente —lo dudo—, pero esta primera frase es pura dinamita. A ver, señor. Si usted aprende algo es porque de alguna manera alguien se lo ha enseñado, estaremos de acuerdo. ¿Sus amigos, sus parientes, Twitter? Entiendo que el ambiente en el cual se maneja no pertenece a una clase socioeconómica digamos de necesidad (donde resulte básico tener dos seguros médicos, no sólo uno gratis y universal). Para este amplísimo grupo de población, lo hemos zanjado justo antes, lo esencial pasa por muchas otras contingencias. Y si no lo ve nítido, es que no se trata —retengan este término para más adelante— o no conoce a personas con problemas para llegar a fin de mes, lo cual en un informador veraz de la realidad siempre debe producir cierto menoscabo. Para ellos, y me atrevería a incluir a la clase media también, qué remedio, es un privilegio tener al menos UN seguro médico. No es nada básico. Es un verdadero milagro alcanzado después de siglos de civilización. A sus amigos no les parece esto suficiente. Bueno, al parecer no. ¡Menudos son! Es evidentes, sigamos.

4. Mudarse. ¿Cómo se aterriza en nuestro país? Tanto quienes hayan decidido voluntariamente o no venir a España, es decir, ya sea vía low cost o en business, como a través de las redes de trata de personas y mafias internacionales de por medio —el espectro es dolorosamente amplio—, es probable que este viajero albergue la seguridad de que se trata de un Estado del Primer Mundo. Occidente, Europa. Muy engañado hay que presuponerlo para contradecir esta obviedad, ¿no? Sí, si tenemos nuestros problemillas entre el jefe de la Liga de Fútbol y el otro jefe y el jefazo de más allá; peleas de salón en las más altas instancias funcionariales; incoherencias informativas entre periodistas que se enorgullecen de pertenecer a los más prestigiosos portales audiovisuales; el concepto de ciudadano de segunda o tercera o cuarta cuando uno acude a votar en las elecciones y hace memoria de los avances o no avances, mejor dicho, de la comunidad autónoma donde pace. Ese sin fín de minucias. Pero, aunque nos cueste creerlo, de veras que lo somos. Y por ello, entre vacíos y derroches varios, un país que ofrece cobertura sanitaria a sus ciudadanos. Dicho lo cual, el pulpo es un animal de compañía y apartemos de nosotros ese cáliz sobre el coste de las gafas para miopes o el tratamiento de las caries por parte del odontólogo para otro lugar y otro momento. Ya ven cuán difícil resulta ser tajante en esta problemática donde subyace una escala de grises infinita. Al menos para nosotros, los profesionales. Otros lo tienen clarísimo. 

5. Doble. El hecho es que millones de españoles llevamos varias generaciones disfrutando de una quebradiza singularidad, como lo definiría un astrofísico. Por supuesto, no seré yo quien omita las deficiencias del sistema sanitario, que son abundantes. Vaya si lo son (recordemos a la audiencia que los médicos, como seres humanos, también precisamos, y mucho, de asistencia sanitaria). Con todo, y dejando a un lado idealismos, utopías y relatos de Alicia en el País de la Sanidad Infinita, debemos agradecer a los sacrificios del pasado la existencia sin intermitencias de una red de centros que poco a poco, con sudor y lágrimas, ha evolucionado hacia la modernización tecnológica, de gestión y humana. ¿Es esto suficiente? ¡Seguro que no! La cuestión, ¿esta desproporción entre realidad y perfección debería inclinarnos indefectiblemente hacia la adquisición sí o sí de un seguro sanitario por partida doble, sin género de dudas? ¿Y por qué no triple, premiun, un pase VIP? Disculpen el sarcasmo, tanta vehemencia me ha atorado el conducto de reflexión. Puedes, si quieres, convendría, podría ser de utilidad, hacerse un seguro privado. De acuerdo. Pero la forma de expresar esta idea, sin comas ni respiros, una gélida cuchillada por la espalda hasta el tuétano de quienes trabajamos con la esperanza de que la calidad de lo público no adoptó la forma de un tren que ya pasó por la estación hace semanas, me ha resultado de una ojeriza suficientemente irradiadora.

Continuará…

Un médico de la Sanidad pública