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Atacar a los médicos como recurso de la mala política
No es la primera vez que sufrimos el ataque y la deslegitimación de un responsable político. Mucho nos tememos que tampoco será la última. A pesar de todo, seguiremos reclamando las mejoras que consideramos imprescindibles para detener el declive de la medicina pública.
La ministra Mónica García ha provocado la indignación del colectivo médico a nivel nacional. No hace mucho, se manifestó a nuestro lado y denunció la infamia de las guardias de 24 horas y las jornadas extenuantes. Sin embargo, una vez en el Ministerio, ha engendrado un Estatuto Marco que consagra el maltrato a nuestro colectivo.
La médica activista que se manifestaba junto a los sindicatos médicos, dice ahora que cobramos lo mismo que un ministro. La estrategia de deslegitimación no es nueva. No hace mucho, un portavoz de la Junta de Andalucía recurrió a argumentos similares en el contexto de las movilizaciones promovidas por el Sindicato Médico Andaluz.
Lo hemos explicado infinidad de veces, pero volveremos a hacerlo: Para alcanzar las cifras a las que alude la ministra, un profesional de la Medicina debe hacer jornadas extenuantes y obligatorias que a menudo alcanzan las 60 o 70 horas semanales. Estas horas se pagan a precio de saldo y no cuentan para la jubilación.
Los sueldos que nuestros políticos utilizan para presentarnos como unos privilegiados solo pueden ser alcanzados tras décadas de experiencia, formación y duro trabajo. Muchos médicos, en especial los más jóvenes, soportan una presión laboral infame a cambio de retribuciones ridículas en comparación con su formación y responsabilidad. Por ejemplo: En muchos centros de salud no ponen guardias de seguridad porque es más caro contratar a un vigilante que a un médico.
La sanidad pública se está quedando sin médicos. Sin embargo, en España hay más médicos que en la media de los países europeos. Lo que está pasando es que los médicos huyen del sistema público. Basta escuchar a nuestra ministra para entender por qué. Cada vez más pacientes hacen lo mismo.
Incapaces de afrontar las reformas que nuestro sistema sanitario reclama con urgencia, nuestros responsables políticos buscan acomodo en una demagogia que adapta su discurso a las circunstancias. Los profesionales maltratados a cuyo lado alzan la voz los políticos de la oposición, se convierten en una élite malcriada para los políticos en el Gobierno.
Por desgracia, la principal víctima de esta escenificación grotesca es la población. Quienes pueden pagarse un seguro privado acaban siendo atendidos por los médicos a los que los políticos expulsan del sistema público. Aquellos que no puedan permitírselo, tendrán que conformarse con un sistema público atenazado por la falta de recursos y la mala gestión.
La crisis que vive la sanidad pública es, en realidad, una crisis de la medicina pública. Sin embargo, en lugar de buscar sus causas y ponerles remedio, nuestros políticos llevan décadas enzarzados en un ataque irracional y autodestructivo contra la profesión médica. Probablemente no los guía la mala fe, sino solo la incompetencia, la ignorancia y los prejuicios sectarios. Pobre consuelo.
No es la primera vez que sufrimos el ataque y la deslegitimación de un responsable político. Mucho nos tememos que tampoco será la última. A pesar de todo, seguiremos reclamando las mejoras que consideramos imprescindibles para detener el declive de la medicina pública.