Como sufre el «destierro» un Médico andaluz (La decadente joya de la corona)
¡Impresionante! No os perdáis esta magnífica carta escrita por un médico andaluz que tuvo que hacer las maletas por la precariedad y que nos describe la verdadera situación de la «joya de la corona» andaluza.
Esta pudiera ser la historia de un ganador. Soy de Úbeda pero un matrimonio de cuatro años me hizo enamorarme eternamente de Málaga. Soy médico y hay quién dice que soy una persona con suerte. Aunque la fortuna es mi compañera de viaje, creo que también he puesto mi granito de arena: conseguí la exigente nota de corte para entrar en la Universidad de Granada, me saqué la carrera sin dejarme ningún año por el camino, elegí la especialidad en mi primera tentativa al MIR, elegí el Centro de Salud que quería (Palma Palmilla), creo que realicé una brillante residencia como especialista en Medicina Familiar y Comunitaria ya que obtuve el premio al segundo mejor expediente de Málaga. Terminé mi especialidad el 20 de Mayo de 2013 y diez días después comencé a trabajar como adjunto de Urgencias en un hospital de tercer nivel en la isla de Gran Canaria donde llevo ya tres años y medio ininterrumpidos desarrollando mi personalidad a base del cuidado y la atención de los miles de pacientes que he visto en estos más de 7 años de carrera profesional. Fui galardonado por el Colegio de Médicos de Málaga con el premio Azahar por la implicación en la huelga de residentes que en 2013 se produjo en Andalucía con la finalidad de mejorar nuestra formación. Compagino mi trabajo en el hospital con un proyecto personal de telemedicina #MedicoCabeceraOnline (www.juantoral.com) donde intento acercar la salud a las personas a través de entradas y videotutoriales de salud, misión que me quita tiempo pero que me da mucha satisfacción. En la actualidad ocupo el puesto 14.º en el ranking de los doctores influencers en España: colaboro con una sección semanal en Cope Gran Canaria, en el programa de TV Con+Salud y en varias revistas. Pero sin embargo, a esta relato le falta una cosa, que por «insignificante» hace que esta sea la historia amarga de un ganador.
Y es que tan andaluz como soy, tan defensor de la sanidad pública me vi obligado a tomar la dolorosa decisión de hacer la maleta, empaquetar mis pertenencias, guardar en un baúl las raíces y recuerdos de mi tierra verde y blanda y emigrar hacia Las Palmas de Gran Canaria, una maravillosa tierra que me ha acogido y adoptado como hijo sin pedir nada a cambio. Y es que estabilidad, tranquilidad, reconocimiento y medicina es imposible de conjugar en Andalucía, la tierra de las oportunidades perdidas. Al igual que yo, muchos de mis compañeros nutrimos a otras comunidades, incluso a otros países. Sanitarios perfectamente formados, motivados y valorados lejos de nuestra tierra, que parece empeñada en el maltrato sistemático del profesional sanitario, que sin duda es el gran partícipe para que el SAS se mantenga magullado, pero aún de pie. Son muchos años de golpes, de humillaciones, de contratos basura que expiran en horas y están en porcentajes recortados, pero parecemos seguir aferrados como los músicos de la orquesta del Titanic.
Parece que por fin las miserias de las bambalinas del SAS empiezan a salir a la luz. Y es que pese a que la maquinaria del gobierno que lleva encauzando nuestros destinos tantas décadas parece empeñarse en dar brillo a «la corona del SAS», la realidad es bien distinta. Y es que el día a día de la Sanidad en Andalucía no vive de cifras récords de trasplantes, ni de técnicas con revolucionarias células madres, ni con intervenciones tocando el saxofón. La realidad es que es imposible garantizar una asistencia de calidad mientras se maltrata al trabajador, mientras se llena de sombra el día a día pese a que adornen con vidrieras verdes la fachada del abandonado Carlos Haya. La realidad es que Andalucía es la Comunidad que menos paga a sus médicos, con sueldos mileurista que tan sólo se adornan a base de pasar muchas noches fuera de casa en maratonianas guardias. La realidad es también que Andalucía es la comunidad que más camas cierra en verano.
Leo con asombro e indignación los titulares de los últimos días donde desde los altos cargos forjados con servidumbre y batas que no escuchan el dolor de los pacientes ni el sufrimiento de la larga espera de enfermos a los que se les pasó la hora garantizan la asistencia, al mismo tiempo que dan la malintencionada información de que los médicos andaluces no queremos trabajar en nuestra tierra. Hartos de la humillación, muchos tuvimos que emigrar, otros optar a contratos dignos en la privada.
Pero es difícil que el andaluz de a pie llegue a entender la magnitud del asunto cuando ve a la presidenta día sí y día también inaugurando hospitales fantasma que no nos abrirán sus puertas ni verán pacientes hasta dentro de muchos meses.
Escribo con la conciencia tranquila: cada noche al acostarme no me pongo ningún pero, intento ayudar a los pacientes, a mis compañeros, ser útil al sistema. No se si los dirigentes de este desgobierno en el que se ha convertido el SAS podrán hacer lo mismo. Podrán cobrar productividades millonarias, vivir alejados de la realidad pero cuando dentro de unos años miren hacia atrás no creo ser capaces de sentir orgullo de lo que está haciendo.
Sí, soy un ganador que sufre lejos de su tierra, lejos de su gente, lejos de su familia. En estos tres años y medio he seguido creciendo como profesional, me he hecho mejor médico y persona, pero también me he perdido como mis sobrinos crecían, cómo mis padres se enfrentan a la prejubilación y miles de abrazos no dados que jamás podré recuperar ya que 1.691 kms me separan de mi tierra y el inmenso océano atlántico ahogan mis deseos de sentirme valorado en casa.
Esta es la realidad del SAS, de la sanidad en Málaga y no la que nos hacen creer. No agredan a los profesionales que intentan salvar el verano, no quemen a enfermeras a cargo de 36 pacientes. Y cuiden de quien les cuida y castiguen a quién de verdad no mira por sus intereses, sino por los suyos propios.
Juan Toral. Médico.
Fuente: Diario Sur